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viernes, 8 de junio de 2012

El gran sitio de Malta (II)

Los turcos llegan a Malta el 18 de mayo pero no desembarcan inmediatamente, sino que costean la isla hasta llegar al puerto de Marsaxlokk para mejorar su capacidad de ataque y abastecimiento. Fue en este fondeadero donde los comandantes otomanos cometieron su primer error.


Convencidos de que San Elmo caería rápidamente dejando franco el paso hacia el Gran Puerto y, por ende, hacia los fuertes de San Miguel y San Ángel, los turcos montan una batería de 21 cañones que empiezan a bombardear la Valeta desde la ladera del monte Sciberras.

El día 24 de Mayo, 100 caballeros hospitalarios y 500 soldados voluntarios con orden de resistir hasta el último hombre afrontan el primer bombardeo desde las murallas de San Elmo.
Los proyectiles de 130 libras asolan la capital de Malta mientras numerosos civiles se refugian en la fortaleza para ser evacuados a través del Gran Puerto. Por el camino, 3.000 hombres son reclutados entre la población maltesa y se unen a la defensa del fuerte. No en vano, el virrey de Sicilia ha prometido enviar refuerzos y la orden ni siquiera se planteaba una posible traición por parte de un hermano de fé. Los refuerzos tenían que estar al llegar... pero no llegaban.

San Elmo queda reducido a escombros en menos de una semana, pero los caballeros no se rinden. El día 8 de junio, tras 15 días defendiendo un puñado de ruinas y rechazando una tras otra las incursiones turcas a través de La Valeta, los hospitalarios mandan un mensaje a su gran maestre: le piden que les permita hacer una salida contra las líneas otomanas y morir con la espada en la mano. La respuesta de Jean Parisot de la Valette no se hace esperar: devuelve al mensajero con orden de decirle a sus soldados que puede relevarlos si les da miedo morir tal como él mismo ha ordenado.

Como era de esperar, la vergüenza hace que los defensores redoblen sus esfuerzos. Todos los días, decenas de heridos son evacuados a través del Gran Puerto hacia los fuertes de San Miguel y San Ángel para ser reemplazados por soldados de refresco con orden de no ceder ni un palmo de terreno. El montón de escombros en el que se ha convertido San Elmo es defendido denodadamente hasta que, a mediados de junio, un corsario llamado Turgut Reis consigue cortar la comunicación marítima del fuerte asediado con sus homónimos de la otra orilla. San Elmo está solo pero, ante todo, San Elmo debe resistir en espera de los refuerzos prometidos.

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