El día 17 de junio, Turgut es abatido por una descarga afortunada
realizada desde el fuerte de San Ángel. El bombardeo continuado sobre
San Elmo se prolonga ya durante casi un mes, pero los hospitalarios que
quedan en el fuerte aislados del resto de la isla resisten, rebelándose
ante la inmensa fuerza de la artillería turca. Día tras día, las salvas
se detienen el tiempo justo para que regimientos de jenízaros, sipahi y
tropas auxiliares bien entrenadas carguen contra el montón de escombros
sobre el que se alza la bandera del hospital. Día tras día las cargas
son rechazadas por un mermado número de defensores que se reduce cada
vez más.
San Elmo cae el 23 de junio, tras resistir
durante 29 días un asedio que nunca debería haber superado los 2. Los
pocos defensores que permanecen en el fuerte, seriamente mermados por el
hambre, la sed y las heridas, son masacrados por los invasores. La toma
de San Elmo se completa, pero deja tras de sí un balance de 6.000
soldados turcos muertos entre los escombros de la capital maltesa.
La
flota otomana atraca por fin en Marsamxett, a resguardo de los
cañonazos de San Ángel y la maquinaria de asedio del Gran Turco pasará a
centrarse en el Gran Puerto y los dos fuertes restantes.
San
Elmo ha caído, sí, pero el tesón de los hospitalarios se ha convertido
en un símbolo para toda Europa y, además, quedan dos bolsas de
resistencia que le han de dar aún mucha guerra a las huestes del sultán.
Centenares
de voluntarios empiezan a llegar a Malta superando el bloqueo turco o
sucumbiendo bajo sus cañonazos. El virrey de Sicilia no puede hacer caso
omiso durante más tiempo a las peticiones de los hospitalarios y fleta
una compañía de 600 hombres que llegan a la isla para unirse a la
resistencia de San Ángel.
El día 15 de julio, Mustafá
ordena el ataque contra la península de Senglea, incurriendo en su
segundo gran error. Con el Gran Puerto bloqueado por los hospitalarios y
Pialí Bajá herido, Mustafá Pasha decide hacerse cargo de la flota y
ordena el paso de 100 pequeñas naves desde Marsamxett hacia la ensenada
contigua al fuerte de San Miguel a través de las cimas del monte
Sciberras. Simultáneamente, el comandante turco ordena sendos ataques
por tierra contra ambos fuertes... pero el terreno y la pericia de los
defensores terminan pronto con la ofensiva.
La
resistencia se mantenía. Allí donde había un caballero hospitalario, la
moral se mantenía estable y las armas se empuñaban con tesón... pero el
Gran Turco no se iba a rendir tan fácilmente.
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