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miércoles, 29 de febrero de 2012

Caballeros templarios (y III)


¿Final?


La noche del 14 de octubre de 1307 Felipe el Hermoso hizo arrestar a los templarios de su reino. Acusados de herejía, sodomía, confesión comunitaria, escupir el crucifijo y otros argumentos de indudable efecto popular, elegidos hábilmente por Nogaret, el responsable legal. Los nobles caballeros debieron sufrir lo indecible en cárceles pestilentes, frías, oscuras, hostiles hasta su destino final: la hoguera.
La "justicia" de la Inquisición estuvo a cargo de los dominicos, sus enemigos ya conocidos por otra parte, gracias a la visión que de ellos da Humberto Eco en "El Nombre de la Rosa". Las confesiones fueron compradas o arrancadas bajo tortura.

Como se sabe, del árbol caído todos hacen leña, y en este momento desde diversos ángulos se “disparaba” sobre los templarios. Cada uno trataba de obtener su parte del botín. Por un lado Felipe quería los bienes de la Orden, mientras la Inquisición quería la Orden misma. No obstante el más interesado había sido el propio Felipe que encabezó los allanamientos a la casa del Temple en París, depósito principal de los tesoros, sin encontrar más que papeles y objetos sin valor, aunque pudo rescatar sus propios pagarés. Siempre se murmuró que noches antes partieron tres enormes carretas de heno, tal vez salvando el verdadero tesoro.


El 18 de marzo de 1311, el último Gran Maestre, Jaques de Molay, con la valentía propia de su cargo, prefirió el fuego a la cadena perpetua. Godofredo de Charnay lo siguió. Según algunos relatos "el Gran Maestre en cuanto vio el fuego preparado se desnudó sin titubear... pero dijo a los verdugos: por lo menos dejadme juntar un poco las manos para elevar mi plegaria a Dios..., ya que voy a morir, bien lo sabe Dios, injustamente. Pronto caerá la desgracia sobre quienes nos condenan inicuamente. Dios vengará nuestra muerte, con esta convicción muero. La muerte lo tomó tan dulcemente que fue motivo de admiración para los presentes”.
Por un lado nótese que al desnudarse de su hábito, la Orden, no es destruida. Por otra parte, el papa moría alrededor de un mes después por un atracón de higos y el rey lo hacía ocho meses más tarde, paralítico por una caída de caballo. Ese mismo año Nogaret, autor del trabajo sucio, también fallecía misteriosamente. Los denunciantes que pusieron en marcha el proceso les siguieron, apuñalados o ahorcados. En 1328 ya no reinaba en Francia descendiente alguno de Felipe el Hermoso.
Y después llegaron las guerras, el hambre y la peste; el galope sombrío de los jinetes del Apocalipsis.
Se cuenta que cuando la cabeza de Luis XVI rodó, de la multitud salió el grito: ¡Jaques de Molay, por fin has sido vengado!, ya que se decía que Felipe se había reencarnado en Luis XVI.

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